La elección de la fecha de casamiento
El primer mes del año transcurría y atardecía en la antigua Roma, los años de guerra incesante contra Aníbal tenían mermada a la ciudad. En la domus de la familia, reposaban los futuros cuñados en el triclinium, luego de una gran comida.
El hermano de la novia y su prometido discutían acerca de la fecha indicada para realizar la celebración de las nupcias.
El hermano comentaba que tenían que descartar los días lunares, las kalendae que eran los primeros días de cada mes y correspondían a un nuevo ciclo lunar, las nonae, los días cinco de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio y octubre en los cuales eran el día siete y los idus que era el día trece de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio y octubre, en los que eran el día quince. Tampoco podía realizarse en los días posteriores a estas fechas y tenían que esperar el paso de los Parentalia, las fiestas fúnebres, que se celebraban todos los años del 13 al 21 de febrero en honor a los difuntos de una familia.
El prometido decía que tampoco era propicio celebrar la boda antes de los Lemuria, la fiesta donde se realizaban ritos de exorcismos a los difuntos para impedir que embrujen sus hogares.
De pronto la novia interrumpe la conversación y comenta que tampoco desearía casarse en el mes de mayo. El prometido acepta, sabe que muchos consideran al mes de mayo desafortunado para los casamientos y cae en cuenta que su futura esposa comparte esa superstición.
El prometido, una vez analizada la situación, propone casarse en abril, especificamente a finales de abril. La novia acepta.
El prometido decide que irá a consultar a los augures para asegurarse que ese día no sea endotercisi, días nefastos dentro del calendario romano.
Una vez acordada la fecha, el hermano de la novia y el prometido se despiden. Este último sale alegre acompañado de un esclavo, pronto podrá vivir junto a la persona que ama.