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Un Matrimonio de Patricios Romanos en el año 215 a.C. (Quinta Parte)


El convite

El hermano de la novia condujo a los invitados hacía el jardín de su casa. En este lugar les esperaba todos los manjares que iban a servirse. Los esposos precedían a sus invitados. En el peristilo de la casa, en aquella galería de columnas que rodeaba el jardín, se veían acomodados varios triclinia, los sillones largos estaban elegantemente ordenados. Alrededor se podía apreciar varias mesas llenas de viandas; higos secos, manzanas, peras, ciruelas, uvas, membrillo, melocotones de Persia, ciruelas de Armenia. Se habían traído quesos de cabra y oveja, unos tiernos, otros maduros.

Rebanadas de pan con miel. Cerdo asado y cortado en finas lonchas, cordero crujiente, conejo con salsas aromatizadas por especies exóticas. Asado de toro en salsa, pero nada de carne de cabra la más común en Roma. Este era un matrimonio de patricios, los descendientes de las treinta tribus primitivas, era poco probable que se sirva carne de ese estilo. Lo que sí había era pato, ganso, perdices, agachadizas, tordos, grullas, becadas y carne de paloma. En el centro, como plato especial estaban dos grandes jabalíes asados enteros.

El hermano de la novia, convertido en el pater familias, luego de la muerte de su padre, también había hecho traer para sus invitados que no comían carne, pescado salado, para congraciarse con todos en aquel tan importante día. Para complementar tan magnifico banquete, en las mesas abundaban las jarras de vino de los propios viñedos de la familia. Los esclavos tenían la ayuda de los esclavos de la casa del novio para poder complacer a todos, servir de la mejor manera y tener a todos a gusto.

Todos los presentes se sentaron y empezaron a degustar todas aquellas delicias servidas, viandas continuaban saliendo y entrando de la cocina, el vino corría a raudales entre los invitados. Las conversaciones iniciaron, todos felices, todos comentaban de la gran unión acaecida hace pocos momentos, de la importancia del matrimonio de estas dos importantes familias de Roma.

Se conversó largamente de varios temas, pero en especial de la guerra en la cual Roma llevaba ya desde hace varios años.

Las horas pasaron, hasta llegar el atardecer, los esposos se miraban y sonreían, todo era algarabía, todos disfrutaban del momento.

La noche empezó a cubrir con su sutil manto el jardín, era hora de que el convite termine y el esposo lleve a su mujer a su nuevo hogar, para que inicie su vida como mujer casada.

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