El día tan anhelado
Siempre recordaba a su padre, recordaba aún la carta dejada por él como testamento antes de partir hacía el campo de batalla. Durante su agonía, le había indicado a su futuro yerno donde podía encontrar estas tablillas. A su regreso, trayendo la dolorosa noticia del fallecimiento del padre de su amada, fue en búsqueda de este escrito que reposaba en un viejo arcón de la casa.
Luego de retirar algunos rollos de filosofía, historia, estrategia militar, encontró lo que buscaba.
Junto a su amada empezó a leer. “… si no me encontrara ya entre los vivos, y el joven de nombre…, solicitase casarse con mi muy amada y siempre querida hija, que esta unión es grata a mis ojos y cuenta con mi bendición y autorización…”
Luego de sonreír ante este recuerdo, con la luz de la mañana alumbrando su cuarto, dos esclavas le ayudan a vestirse según la ocasión. Se hace un peinado complejo compuesto de seis trenzas postizas adornadas con una cinta. Este peinado rememoraba al que usaban las sacerdotisas vírgenes que consagraban su vida a la religión. Quedó peinada como una vestal, como aquellas que rendían culto a la diosa del hogar Vesta.
Sobre el tocado del cabello se pone un fino velo de color anaranjado cubriendo su frente. Sentía nervios. Pensaba que si hacía algo mal durante la ceremonia fuera tomado como un mal presagio. Deseaba que sus padres estén con ella. Sus pensamientos fluían mientras que le colocaban la corona de flores de verbena, arrayán y azahar.
La mujer amiga de la familia que la asiste para vestirse, acomoda la túnica recta, luego de ceñirle el cingulum, el cinturón, elabora el complejo nodus Herculis que hace alusión a Hércules, cuya leyenda cuenta que tuvo más de setenta hijos, y el cual debe ser desatado por el esposo si el matrimonio terminara en divorcio. Sobre la túnica blanca le coloca un manto de color crema y luego le pone unas sandalias del mismo color.
Entra su hermano, quien amarra un collar metálico alrededor de su cuello, la mira, le sonríe, le da un beso en la mejilla. Juntos caminan hacia el atrio de la domus, ahí no solamente le esperan sus familiares y amigos, sino que también se han reunido los familiares y amigos de su novio. Ahí encuentra a su futura suegra y a su futuro cuñado. Su futuro suegro no está presente, está en el campo de batalla junto a su hermano, pero ha enviado una carta. El responsable de leerla es el hermano del novio.
“…con agrado recibo la noticia de la próxima boda de mi hijo…, no me es posible estar en la ciudad y acompañaros en tan feliz jornada, pero desde aquí envió mi bendición y autorización a tal enlace…”
Inicia la celebración.